Coherencia y Espiritualidad

Parte de la tragedia que nos han develado las ciencias humanas y sociales en el siglo pasado es la evidencia de que estamos por fuera de nuestro propio control. Estamos condenados a la obediencia sin saber siquiera que obedecemos. Los sujetos de enunciación o de acción son moldeados: la lengua, la cultura y el “régimen de verdad” en el que las subjetividades se han formado vienen de fuera del sujeto. El ego es el instrumento del sistema que está inserto en nuestra subjetividad y es el que se opone a nuestro desarrollo personal trascendente.

El mundo de Buda y de Jesús era un mundo donde la gente normal moría con dolorosas enfermedades y llegar a los 30 años constituía un reto mayor, la vida cotidiana era un mar de sufrimiento. El sufrimiento sigue, pero el sufrimiento ha cambiado... no el sufriente. Buda y Jesús no se interesaban en las causas materiales del sufrimiento. Ellos buscaban la razón en su raíz, en el “yo” que maneja la vida cotidiana. Ese “yo” es una identidad falsa que nos provoca una existencia inauténtica; nos aleja de la realidad la cual solo puede experimentarse a nivel del alma. Pero éste diagnóstico no condujo a nada parecido a una cura rápida. El ego no es como un programa que se puede borrar y bajar una nueva actualización mejor. El ego tiene una agenda, cree que puede manejar la vida cotidiana, y cuando amenazan con destituirlo ataca (mecanismo de supervivencia). Por dicha razón, el ego se convirtió en el gran enemigo del cambio (más en Oriente que en Occidente).
El ego es un oponente denso y dominante; la identidad de una persona no es como una ropa que se puede quitar. Transformar nuestra identidad es como una cirugía en nosotros mismos, en donde tenemos que actuar como doctores y como pacientes. Esta tarea es casi imposible en el mundo físico, pero totalmente posible en la consciencia.

La consciencia se ve a sí misma, y al hacerlo, puede encontrar fallas. Antes de que empiece la cirugía, se necesita una enfermedad o un defecto. El ego, por todo lo que afirma al intervenir en la vida cotidiana, tiene un problema notable. Su visión de la vida no funciona. Lo que promete como una vida totalmente satisfactoria es una ilusión haciendo de nuestra vida una vida sin sentido e inauténtica. Cuando tenemos consciencia de este defecto, el resultado es fatal para el ego. Ya no puede competir con la visión del alma. Todos hemos sido condicionados para creer que el ego es práctico y realista en nuestro enfoque ante la vida, en tanto que el alma es inalcanzable. Pero no es así, trabajando sobre sí mismo y siguiendo una enseñanza auténtica, se trabaja sobre el alma. La modificación en la consciencia que producen los ejercicios ataráxicos genera estados de Gracia y Plenitud que favorecen a que surja una transformación personal, pero esto pasa de manera silenciosa sin que a veces la persona se percate de su transformación, son los allegados quienes se empiezan a dar cuenta del cambio positivo y se lo transmiten hasta con cierto grado de admiración.

Coaching Ataraxia

El camino del practicante de ataraxia empieza con la búsqueda del bienestar para así no contaminar con la toxicidad de los conflictos no resueltos a los vínculos y el ambiente. Empezamos modificando las respuestas al estrés hasta poder controlarlo, seguimos con un aprendizaje emocional que nos conduce a comprender y disolver las corazas y una vez que adquirimos la destreza de no identificarnos con los sentimientos negativos avanzamos hacia el territorio de la energía sutil y los estados extraordinarios de consciencia. La práctica de ataraxia no se apoya en ideas revolucionarias, se basa en conocimientos que apuntan a la evolución.

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