Solo escuchamos lo que queremos oír


Los seres humanos queremos estar seguros de todo. Tenemos la tendencia a creer que nuestras opiniones están muy bien fundamentadas y que son válidas, a pesar de que muchas veces no sabemos por qué pensamos como lo hacemos. No es raro que estas características primen más que la razón misma. Por eso se dice que solo escuchamos lo que queremos oír.


Esto se debe al funcionamiento de la atención selectiva. Consiste en enfocarnos solo en determinados aspectos, dejando de lado otros, sobre todo en el ámbito de las creencias y las opiniones. Puede que nos parezca lógico actuar así, ya que es imposible atender a todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Sin embargo, esto se convierte en un error o un sesgo cognitivo que nos conduce a dejar de percibir la realidad de manera adecuada.


En efecto, la información que seleccionamos a través de nuestro mecanismo de atención no necesariamente tiene que ser la más válida o relevante. Más bien tratamos de atender solo a aquello que confirme nuestras creencias o valide nuestras opiniones. Por eso al final solo escuchamos lo que queremos oír.


La atención selectiva y sus efectos

De una u otra manera, siempre atendemos más a unas realidades que a otras. El sistema cognitivo del ser humano tiene limitaciones y por eso debe enfocarse solo hacia algunos aspectos y prescindir de otros, para lograr funcionar adecuadamente. Se trata de una respuesta adaptativa para evitar que se presente una sobrecarga en el procesamiento de los estímulos.


Ahora bien, la atención selectiva razonable puede derivar fácilmente en una especie de hermetismo ante las evidencias. Ahí es cuando escuchamos solo lo que queremos oír. Levantamos un muro. Desarrollamos una actitud de cierre frente a todo lo que cuestione nuestras creencias o ponga en tela de juicio nuestras opiniones.


Casi siempre realizamos ese proceso sin darnos cuenta. Por ejemplo, nos rodeamos solo de personas que piensen o actúen de manera muy similar a la nuestra. Excluimos a los demás porque suponemos que las diferencias serán fuente de conflicto. Así mismo, buscamos entornos que refuercen nuestras creencias y nos construimos la idea de que tenemos la razón, ya que todo y todos los que nos rodean lo confirman. En la práctica, nos ubicamos en una posición en la que solo escuchamos lo que queremos oír.


También escuchamos lo que queremos oír por otro sesgo cognitivo

El sesgo de atención selectiva no es el único que influye. Solo escuchamos lo que queremos oír también por otro sesgo: el de confirmación. Se trata de la tendencia a buscar evidencias que validen lo que pensamos o creemos. Y al mismo tiempo, a ignorar las pruebas que pongan en duda la validez de opiniones y creencias.


Lo hacemos de forma casi inconsciente. Si encontramos una información o una persona que nos plantea algo que contradice lo que creemos, tendemos a rechazarla. No examinamos la validez de lo que dice, sino que simplemente nos negamos a poner a prueba sus argumentos. Incluso si lo que dicen es contundente, siempre encontramos la forma de reinterpretarlo para que coincida con lo que creemos u opinamos.


En el fondo, muchas veces no nos interesa encontrar la verdad. Lo que queremos es confirmar que tenemos la razón y empleamos cualquier medio para lograrlo. Esto es particularmente aplicable a las personas inseguras: son más obstinadas en sus sesgos.


Los efectos de esta situación

El primer efecto de mantenernos en una posición en la que solo escuchamos lo que queremos oír es permanecer en un posible error. Nos privamos de la posibilidad de enriquecernos, de ampliar nuestro horizonte y, sobre todo, de acceder a un grado mayor de verdad. Esto termina generando otros problemas.


En las personas deprimidas, por ejemplo, los sesgos de atención selectiva y de confirmación, a veces tienen efectos devastadores. Finalmente terminan atendiendo y validando todo aquello que reafirme su extrañamiento y dolor frente al mundo y la vida. Básicamente se mantienen en un punto de vista que solo incrementa su malestar y su desasosiego. No se dan cuenta de que lo hacen. Su verdad, se impone sobre verdades más objetivas.


Lo mismo cabría decir para los casos de ansiedad. También, por supuesto, para aquellos casos en los que hay una construcción delirante. De ahí que sea tan importante trabajar para salir de esa condición en la que solo escuchamos lo que queremos oír. Vale la pena, al menos de vez en cuando, acercarnos sin prevenciones a otras formas de ver y de pensar, sin juzgarlas y sin estar a la defensiva. Abrirnos a la diferencia.




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